Dalí & el Circo

El día que Salvador Dalí fue a ver a Ángel Cristo en su circo le dedicó un ejemplar del libro Dalí de Gala con un dibujo en el que aparecía un domador vestido de romano y este texto: “Para Nagel Cristo, digno domador del emperador Trajano “. Dalí expresaba así, con su peculiar escritura, la admiración por un mundo que siempre le había fascinado. De joven, desde la terraza de la casa de Figueres, que hacía esquina entre la calle Monturiol y la plaza de la Palmera, ya era un espectador privilegiado de las atracciones de las ferias y del circo que se instalaban allí durante las fiestas del mes de mayo.
Entre las obras primerizas de Dalí encontramos hasta tres aguadas sobre cartón con referencias circenses, que pinta cuando tenía entre 17 y 18 años (referenciadas en el catálogo razonado del Centro de Estudios Dalinianos). Quizás la más conocida es el temple titulado Ferias de la Santa Cruz de Figueres (obra de 1922, propiedad del Ayuntamiento en depósito permanente en la Fundación Gala-Salvador Dalí). Parece talmente la visión que el joven artista tenía desde su casa: los gigantes, los caballitos, una confluencia de gente arriba y abajo, una fiesta de colores, olores y músicas… y al fondo una carpa donde podemos leer la inscripción Circus. Otra obra de esta misma época retrata un saltimbanqui (actualmente se encuentra expuesta en el The Salvador Dalí Museum, de San Petersburgo, en Estados Unidos). Y la tercera refleja una Escena de circo (forma parte de una colección privada). Y aún habría que añadir, entre estas primeras obras, una de prácticamente desconocida: un jarrón de vidrio pintado desde dentro, en el que se puede ver la figura de un domador y una chica en la puerta de una carpa de circo (una pieza nunca expuesta y reproducida sólo en el libro Dalí. Le dur et le mou, de Robert y Nicholas Descharnes).
Cuando Dalí se va a estudiar a Madrid y llega la fecha de las ferias, no se puede estar de enviar un artículo lleno de nostalgia, que se publicará en el semanario Empordà Federal (16-V-1923) bajo el título Sketch arbitrarios. De nuevo aparece la visión del niño: “¡He aquí que un día toda la plaza se convierte en una gran caja de música! Todos los balcones se han abierto para escucharla. La feria es un gran bazar-viviente”. También en su dietario adolescente encontramos una referencia directa a la expectación que despertaron en la ciudad las dos sesiones de hipnotismo del mago polaco Onofroff, y el impacto que tuvo entre el grupo de amigos del instituto. Este interés por los espectáculos de magia, por trapecistas, los payasos … lo mantuvo siempre. Y lo compartió con otros amigos como el crítico de arte Sebastià Gasch (autor de un libro sobre el circo) y el poeta Federico García Lorca (que tiene varios dibujos en torno al circo, los payasos y los domadores).
Por eso cuando muchos años después otro crítico de arte, Alexandre Cirici Pellicer, quiso ridiculizar Dalí diciendo que era un clown, él lo recibió como un elogio más que un insulto. Y la respuesta inmediata fue disfrazarse de payaso. Se fue a una sastrería teatral de la calle Conde del Asalto (hoy Nou de la Rambla) de Barcelona donde un extransformista, Derkas, le vistió de payaso y el fotógrafo Postius lo inmortalizó. Y para completar la escenografía, soltó una de sus provocadoras sentencias: “Es más difícil actuar como payaso durante cuarenta años, que hacer de pintor”. Los vínculos entre Dalí y el circo son abundantes, tanto desde el punto de vista personal como artístico. El pintor se inspira en el mundo del espectáculo y a veces se sirve para sus performances. Y es en este contexto que hay que entender también la presencia de varios animales, como el rinoceronte, el elefante o las jirafas, que convierte en protagonistas de su mitología personal. Dalí siguió en más de una ocasión el Cirque d’Hiver, de la familia Bouglione. Cuando el 5 de septiembre de 1959 es invitado a participar en la gran fiesta benéfica anual conocida como el Bal dels Petits Lits Blancs, en París, pedirá su colaboración. El pintor hizo una conferencia de pie en el inmenso hall del Palacio de las Naciones de la Feria, lleno a rebosar, junto al rinoceronte Joseph, que lo había llevado Emile Bouglione. Mientras el discurso de Dalí relacionaba las decoraciones del metro de París, el cuerno del rinoceronte y el Angelus de Millet, y era interrumpido por el caos de la gente que se amontonaba a su alrededor, el propietario del animal se limitaba a declarar a los periodistas que su “protegido” estaba muy tranquilo porque estaba al lado de la orquesta y la música le gustaba mucho.
Se conservan fotos de otro encuentro de Dalí con Emile Bouglione y el guitarrista Manitas de Plata, y más tarde esta relación se trasladó a su hija, Madona Bouglione, que participó en otra performance del pintor en la plaza de la Concorde de París haciendo saltar un rinoceronte sobre un charco de leche. El rinoceronte es un icono en la obra de Dalí. El punto culminante es la conferencia que da el 17 de diciembre de 1955 en la Sorbonne bajo el título Aspectos fenomenológicos del método paranoico-crítico, en la que intenta demostrar que la curva del cuerno del rinoceronte es la única curva perfectamente logarítmica. Y que el interés de La puntaire de Vermeer radica precisamente en el hecho de que está compuesta a partir de estas curvas. Para demostrarlo, Dalí pintó una nueva versión de La puntaire a partir de los cuernos del rinoceronte. Antes había ido al Zoo de Vincennes para inspirarse y pintar un rinoceronte al natural. Es la época que inicia también el rodaje de la película Historia prodigiosa de la encajera y el rinoceronte, se hace fotografiar cara a cara con uno de estos animales (por Philippe Halsman) y con otro, disecado, en la plaza Real de Barcelona (por Postius) y anuncia la creación de una revista con el editor Albert Skira que llevará el nombre de Rhinocéros, aunque nunca se llegó a publicar.
El otro animal al que Dalí recurrió a menudo es el elefante. En 1959 ya se había presentado en un restaurante de la Torre Eiffel acompañado de un paquidermo gigante

para recibir una medalla de la calidad por sus ilustraciones de Don Quijote, editado por Joseph Forêt.

Y el año 1967 cuando le regalaron una elefantito de carne y hueso en Figueres, llamado Suru, rememoró con él el paso de Aníbal por los Pirineos. En esta ocasión había dicho que se atrevería a cabalgarlo, pero finalmente sólo se arrodilló delante, haciendo un gesto torero, que según él mismo, ni El Cordobés había ensayado nunca. De la conmemoración salió una pequeña escultura en forma de cenicero, llamada El cisne elefante. En 1971 acude al Zoo de Barcelona para rendir visita a Suru (y más adelante volverá acompañado de la modelo Amanda Lear para fotografiarse con Copito de Nieve). También en su obra pictórica aparecen a menudo los elefantes con largas patas de insecto e incluso los convertirá en esculturas para su jardín del castillo de Púbol. La imagen del elefante que a menudo representa con un obelisco en el lomo lo extrae de una ilustración del libro Songe de Poliphile (1600) que tenía en su biblioteca.

Cuando en 1973 Dalí acepta la invitación para participar en los actos del bicentenario de la ciudad de Tarragona, les propone hacer su entrada a la ciudad con cuatro elefantes. De nuevo piensa en la colaboración de unos profesionales y esta vez se pone contacto con el circo francés Jean Richard para que se los cedan, pero parece que un problema de papeles detuvo a los animales en la frontera. Y así fue como Dalí tuvo que desfilar finalmente por las calles de la ciudad sobre un elefante de cartón, de los que utilizaban para la cabalgata de Reyes, provocando el enojo de algunos y la risa de la mayoría de los asistentes. Precisamente este año la ciudad de Tarragona quiere recuperar aquella visita aprovechando que ha sido declarada Capital Catalana de la Cultura y quiere alargar las actividades hasta el año siguiente, que se cumplirá el cuadragésimo aniversario. Para ello se ha pedido a la población que aporte imágenes, películas o grabaciones de aquella jornada.

Como es habitual en muchos artistas, Dalí también trabajaba a partir de fotografías o ilustraciones de revistas, a veces incorporando directamente estos materiales como collages. Un ejemplo claro lo tenemos en la obra Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar (1944), también conocida como Los tigres (que pertenece al Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid). La historia de la obra tiene su origen en un sueño que Gala explica a Dalí. El escenario es un paisaje de Portlligat compartido por Gala, dos granadas, un gran cabracho, dos tigres, una bayoneta, una abeja y un elefante con patas de insecto. Todos estos elementos, presentados como una secuencia cinematográfica, forman parte del sueño de Gala. Los tigres que aparecen en actitud salvaje son una inspiración directa de los que aparecen en los carteles del circo americano Ringling Bros and Barnum & Bailey. Como ha señalado Antoni Pitxot, Dalí con estas técnicas se adelanta treinta años a los artistas del pop art.

El Avida Dollars, el personaje que para muchos era inaccesible y distante, mantuvo siempre una actitud de respeto por los artistas del circo. No era nada extraño verlo en una representación de circo en las ferias de Figueres o asistir al IV Congreso Internacional de los Amigos del Circo en Barcelona (23 al 25 de septiembre de 1968). De este última encuentro quedan las fotos que Postius hizo a Dalí con el trapecista Enzo Cardona, en la sesión inaugural, y con el empresario Arturo Castilla. De 1972 son también unas imágenes de la actuación especial que las célebres Elvers Sisters, dos contorsionistas checas, hicieron en la suite del hotel Ritz, de Barcelona, donde se alojaba. Dalí había visto el número que presentaban el Circo Americano y a través de su director Arturo Castilla las invitó a Ritz porque quería tomar unos apuntes del natural. “Decía que le encantaban nuestros cuerpos musculados y las largas piernas. Allí conocimos un Dalí tan inteligente como sencillo, con el que podíamos hablar en una mezcla de inglés e italiano. Fuimos varias veces durante el año 1972, nos cambiábamos en la habitación de Amanda Lear y prefería que fuéramos con bañador antes que con los trajes de pista con lentejuelas porque traslucía mejor nuestra musculatura “. Lo explica con cierta nostalgia Vera Perhacova, que entonces tenía 24 años, y junto con su hermana Elena y otra artista alemana hicieron las delicias de un Dalí plenamente concentrado en hacer bocetos de sus contorsiones. Vera conserva enmarcada la foto dedicada de Dalí. “Hommage pour Vera”.

Otra relación especial es la que Dalí tuvo con el Padre Silva, fundador del circo Ciudad de los Muchachos. Vinieron a actuar en Figueres en 1968 y le hicieron una visita a Portlligat. El proyecto con niños de familias desestructuradas era conocido desde hacía tiempo por Dalí que ya en 1961 había destinado la recaudación de una representación en La Fenice de Venecia de la obra Escipion en España. Después, ya cuando Dalí había fallecido, el circo hizo una actuación bajo la cúpula del Teatro-Museo.

La culminación de este interés por el espectáculo fue una serie de seis litografías editadas por Dalí bajo el epígrafe Le cirque (1965), con una tirada de 175 ejemplares. Cada una de ellas reflejaba un elemento diferente, como si se tratara de un programa: La amazona acróbata, el clown, el equilibrista, la doma de caballo, los elefantes y los chinos. Aquel niño que de pequeño le habían llevado a ver los espectáculos de circo al lado de casa volvía a rememorar escenas nunca borradas de su retina. Dalí fue siempre un niño, y aún adulto quería levantar la piel del mar, como aquel que espía entre bastidores para conocer el próximo número.

El circo, las ferias o el Teatro-Museo, da igual, Dalí nos invita discretamente a sumergirnos en el mundo fantástico para escapar de lo cotidiano, la rutina y el aburrimiento.